Julio Andrés Murillo Figueroa, detenido el 25 de febrero en Antioquia (Medellín) en exclusiva publicada por este periódico en su momento, residía en una lujosa mansión valorada en 6.000 millones de pesos colombianos (el equivalente a 1,5 millones de euros en el país sudamericano) dotada de un lago privado en el que realizaba paseos junto a su mascota, una de las circunstancias que le delató. Como se dijo en su día, se hallaba en Llano Grande, a las afueras de la capital antioqueña. Así lo señala William René Salamanca, director de la Policía del país sudamericano, que confirmó la noticia y señaló que su identificación no fue sencilla y solo se pudo realizar a través de imágenes aéreas de la citada mansión y cámaras de seguridad de centros veterinarios, a donde se desplazaba con esa misma mascota. Una cojera por una lesión también ayudó a su identificación.
La solicitud dictada por España a través de la unidad Greco Galicia de la Udyco Central y sus pesquisas coordinadas por la Audiencia Nacional se tradujo en una notificación roja de Interpol, lo que desembocó en la detención. Se le conocía con los apodos de El Zar o H-1 en el submundo criminal internacional.
En Colombia se le consideraba uno de los ‘narcos invisibles’ al manejar un perfil bajo. Se sospecha que obtenía la cocaína de sus contactos directos con la cúpula del Clan del Golfo y efectuaba viajes constantes a Europa para cerrar los tratos, lugar del que huyó en 2022 cuando estalló la operación Medellín y cayeron sus socios del otro lado del Atlántico.