En abril de 2014, el buque escuela español Juan Sebastián Elcano realizó una de sus habituales escalas en el puerto de Cartagena de Indias. Durante los cinco días en los que permaneció allí, una organización criminal consiguió introducir, con la connivencia del personal del emblemático navío de la Armada, más de 150 kilos de cocaína y al menos cuatro kilos de heroína. “Fue precisa la colaboración de las autoridades de España, Colombia y de aquí, de Nueva York, para interrumpir esta sorprendente ruta de contrabando”. Son palabras de la fiscal Bridget Brennan, que nueve años después sigue siendo la máxima responsable antidroga en la Gran Manzana.
Las autoridades colombianas sospechan que el Juan Sebastián Elcano estaba siendo empleado para transportar drogas al menos desde 2011. En ese 2014, la narcorruta del buque escuela se rompió de forma abrupta. Estados Unidos consiguió acreditar la salida de la droga del barco, la entrega de la misma en El Bronx y la participación en los hechos de parte de la tripulación, así como de los dos colombianos responsables del envío de los alijos y de los receptores en la capital norteamericana. Todos ellos fueron juzgados y condenados en su momento por aquellos concretos hechos.
En la escala neoyorquina, en la que el Elcano atracaba al lado del mítico Intrépido, ahora convertido en un museo de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que se llena de turistas a diario, se quedaron unos 20 kilos de cocaína y unos cuatro de heroína. El buque siguió su ruta hasta fondear en la ría de Pontevedra (Galicia). La Uco de la Guardia Civil ya había recibido al información por parte de la DEA de la existencia de mucha más droga en el barco, y tanto que era así. En un habitáculo que se emplea para almacenar las velas de repuesto aparecieron otros 127 kilos. Se produjeron arrestos en Pontevedra y en Cádiz y se generó una pieza separada del proceso inicial que, nueve años después, y según adelantó El Confidencial Digital, se está juzgando en el Tribunal Militar Terrritorial Primero con sede en Madrid desde mediados del pasado mes de noviembre.
Las dificultades para llegar a esta fase de juicio fueron mayúsculas, tras dos archivos provisionales de la causa por una supuesta falta de pruebas. Sin embargo, las presiones procedentes de Estados Unidos y lo minucioso de la sentencia dictada en Nueva York sirvieron para hacer avanzar un proceso que, sin embargo, no comportará penas muy elevadas, pues se piden condenas no superiores a los cinco años de prisión por lo sucedido. Es lo que contempla el Código Militar. Nada ejemplarizante. Y menos aún tras saberse que la misma red criminal pretendía transportar entre 300 y 400 kilos al año siguiente, en 2015, siguiendo el mismo modus operandi, según revelaron las investigaciones de la DEA.
Aunque algunos de los testimonios vertidos por parte de los acusados ante la Justicia de Estados Unidos apuntaban a la introducción de la droga en el narco “en su ropa interior”, lo cierto es que la lógica apunta a una línea de investigación distinta, dirigida a la posible implicación de personal relacionado con la cocina del buque escuela. En cajas y mezclada con víveres, y aprovechando la condición del buque, exento de control aduanero alguno, algo que confirmaron los propios marineros.
La Policía de Nueva York explicó en su momento que los narcos de la ciudad habían pagado 32.000 euros a tripulantes del Elcano para efectuar la maniobra de extracción de la droga. No sabían que en esta ocasión estaban siendo vigilados. En España, la Uco, que ya practicó detenciones en la escala del Elcano en Marín (Pontevedra) dejó llegar la mercancía a Cádiz, donde fue decomisada. En la ciudad de O Morrazo se celebró ese verano de 2014 la tradicional jornada de puertas abiertas, con familias con niños pasando muy cerca de la cocaína. Algunos tripulantes mostraban un celo especial en ciertos lugares del barco. No era para menos.
Los tripulantes, los agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, agentes de la DEA y hasta personas ya condenadas en Nueva York forman parte del abanico de testimonios que servirán para poner fin a un caso que sonrojó a todo un país y que concluirá con un escaso reproche penal.
El modus operandi de la red de narcotráfico que empleaba el Juan Sebastián Elcano como tapadera para transportar grandes cantidades de sustancias estupefacientes entre distintos puertos del mundo (no solo Nueva York, Marín o Cádiz, sino también las Islas Británicas, Holanda o Bélgica) era sencillo. Un hombre con años de experiencia a bordo (según las autoridades, el cocinero, aunque él lo negó), contactó con un proveedor de servicios, un taxista que operaba en el puerto de Cartagena de Indias que cerraba los tratos con los suministradores. Ese hombre contaría con el apoyo de un buen número de marineros para efectuar la labor de introducción en el buque y posterior entrega, con la ventaja de que nada de lo que entraba y salía del Elcano pasaba controles aduaneros. Todo ello quedó acreditado en Nueva York. Veremos qué pasa en España.
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