“Tememos por nuestras vidas y por nuestras familias”

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Por la vía rápida. Rompiendo los planes que manejaba la Audiencia. Así se resolvió el minúsculo interrogatorio a los tres individuos que, durante la madrugada del 24 de noviembre de 2019, llegaron a la ría de Aldán (Pontevedra, Galicia, España) a bordo de un narcosubmarino. El caso del semisumergible que llevaba más de tres toneladas de cocaína en sus bodegas, el primero (y único, por ahora) incautado en Europa, quedó casi cerrado ayer (lunes, 13 de diciembre) en el Pazo de Xustiza de Pontevedra tras la confesión de Agustín Á. y de los primos Tomás y Pedro M., gallego de Vigo el primero, sudamericanos de Ecuador los otros dos. De forma pactada, todos ellos expresaron su arrepentimiento por el delito cometido, señalaron la necesidad económica como motivación para meterse en tal hazaña criminal transoceánica y explicaron que no ofrecerán detalles de las personas que les contrataron por miedo a represalias, tanto contra ellos como contra sus familias.

Diario de Pontevedra

El juicio, de gran atractivo mediático (varias conexiones en directo de TVE así lo atestiguan), comenzó con algo de retraso ante el último intento de las partes de alcanzar un acuerdo. Los citados tripulantes, que completaron la histórica travesía entre Macapá, en la Amazonia, y las Rías Baixas, esperan la benevolencia de un fiscal Antidroga que parece inflexible. Solicita trece años de cárcel para cada uno de ellos y difícilmente bajará de los nueve. Hay confesión pero en ningún caso colaboración.

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Las cuestiones previas de los letrados de las distintas defensas cayeron en saco roto. Un error formal a la hora de identificar el domicilio de uno de los investigados fue uno de los argumentos expuestos. También se pusieron en tela de juicio los métodos por los que la DEA o la NCA consiguen información sobre los teléfonos satelitales que se manejan en esta clase de operaciones. Pablo Varela contestó que ninguno de esos datos tiene presunción de veracidad, pero tampoco de mendacidad. Así, tras un receso, comenzó el interrogatorio.

Los primeros en declarar fueron los dos ecuatorianos, que, como el vigués, llevan en prisión desde entonces. Tomás M., tras reconocer los hechos que le atribuye el fiscal en su escrito de acusación (que no son otros que el narcoviaje trasladando el alijo en el batiscafo) destacó que en absoluto era el dueño de la cocaína y añadió que si no colaboraba delatando a quien le contrató era por proteger su integridad física y la de los suyos.

Su primo Pedro M. puso sobre el estrado argumentos similares, a lo que añadió que tenía un hijo pequeño con cáncer y se aventuró al Atlántico en busca de dinero para su tratamiento. Según indicó, el pequeño falleció. «Lo hicimos por necesidad económica», concluyeron.

En tercer lugar intervino Agustín Á., garante del cargamento por parte del clan gallego que en un principio iba a recoger la droga (del que nadie habló ayer en la Audiencia) y presunto piloto del semisumergible. Tras reconocer los hechos del mismo modo que sus compañeros de viaje, eludió las preguntas del fiscal y responder solo a Alberto Gallego, su letrado. Explicó que realizó el trabajo por «necesidad económica» y detalló que está en vías de reinserción, participando en actividades de ayuda a otros internos y retomando sus estudios. Dio la impresión de que busca pasar página y empezar una nueva vida lejos del narcotráfico. Ya se verá.
Tras estos testimonios más bien telegráficos (parecían un turno de última palabra) hizo acto de presencia el jefe del ECO Galicia cuando se desarrollaron los hechos, responsable de la interceptación del alijo por parte de la Guardia Civil. «Teníamos conocimiento de la existencia de una organización que pretendía introducir cocaína en semisumergibles».

De ese modo, el oficial quiso mostrar que su gente contaba con información previa, «fuentes vivas», dijo, antes de que británicos y estadounidenses aportasen los teléfonos satelitales que se estarían empleando en el narcosubmarino. «No sabíamos el lugar exacto al que iba a llegar», confirmó, por lo que «establecimos un dispositivo en toda la costa de Galicia y, a partir del día 24, también por tierra». Policía Nacional y Vigilancia Aduanera, que también habían recibido noticia de los socios anglosajones (CNP manejaba información de muchos meses antes de la que se hablará en posteriores sesiones del juicio) se desplegaron de forma conjunta con el Instituto Armado.

Tras explicar las detenciones, el resto del interrogatorio se centró en la participación (o no) en los hechos de los cuatro vigueses que, vía wasap, se comunicaron entre sí con la intención de ayudar a Agustín, amigo de la infancia de algunos de ellos. Ninguno de ellos admitió que iba a recoger el alijo de cocaína, y los letrados se afanaron en demostrar algo que parece obvio: no formaban parte de ninguna organización criminal con medios para efectuar tamaña descarga de droga.

Ni barcos, ni lanchas, ni siquiera un camión que, según refiere la acusación, trataron de conseguir aprisa y corriendo. Cuando vieron que no podían hacer nada, se retiraron, salvo uno que se presentó en la playa de O Foxo, en Aldán, con ropa seca por triplicado y dando luces hacia el mar la noche de autos. Su movimiento sirvió para que la Guardia Civil centrase el foco y pudiese incautar el narcosubmarino.

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