“No estoy arrepentido de lo que hice. No soy responsable. Este caso me lo montaron”. Fabio Ochoa Vásquez ha vuelto a Medellín. El otrora capo del cártel de Medellín, integrante de una de las grandes familias del narcotráfico de la historia de Colombia (y también a nivel internacional) fue trasladado en vísperas de Nochebuena a su ciudad después de cumplir una condena de 26 años de prisión en Estados Unidos. Aterrizó escoltado por el departamento de Migraciones de Colombia en calidad de deportado, autoridades que le dejó en libertad tras asegurarse de que no le quedaban cuentas pendientes con la Justicia. Ochoa llega pocos días después de conocerse el contenido de la carta de Miguel Rodríguez Orejuela, capo del cártel de Cali, dirigida al presidente Gustavo Petro desde su reclusión en Philadelphia. En fechas muy recientes también fue excarcelado alias Chupeta, líder histórico del cártel del Norte del Valle.
La familia Ochoa permaneció asociada a Escobar durante años. En esa época, algunos de sus miembros fueron los que dieron el salto a Europa (con Jorge, hermano de Fabio, como punta de lanza) para, en alianza con el hondureño Ramón Matta Ballesteros, sellar las alianzas con los narcotraficantes gallegos que perduran en 2025 para el envío de grandes alijos de cocaína. Aquellos pactos se cerraron 40 años atrás, tras la huida de Ochoa y de Gilberto Rodríguez Orejuela a España después del homicidio del ministro Lara Bonilla.
Fabio Ochoa se entregó en 1990 a las autoridades colombianas confiando en un acuerdo de no extradición a Estados Unidos. Sin embargo, y tras cumplir seis años de cárcel y salir en libertad, volvería a ser detenido en una operación de la DEA, siendo condenado a 30 años de cárcel de los que ha cumplido 26 hasta su salida en libertad.
Tras aterrizar en el aeropuerto de El Dorado, en Bogotá, donde fue recibido por una marea de medios de comunicación, el menor del clan Ochoa ya está en su Medellín natal.