Muere en prisión Urfi Çetinkaya, el capo que inundó España de heroína desde los 80

Mantuvo una lucha que llegó a ser personal contra el juez Baltasar Garzón / Permaneció protegido por las autoridades de su país, Turquía, hasta 2023, cuando le detuvieron / Estaba asociado a narcos de toda España, tenía personal de su confianza y no dudaba en emplear la violencia para ajustar cuentas / Construyó escuelas y hospitales para ganarse la admiración de sus compatriotas con el dinero de la droga
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Urfi Çetinkaya ha fallecido. El capo de la droga que ha enviado más heroína a España de todos los tiempos (al menos entre los conocidos policialmente), murió esta semana en la prisión en la que cumplía una condena de 24 años de cárcel que se le impuso por toda una vida de tráfico de estupefacientes. Conocido por el alias de Topal (El Paralítico, en España), fue detenido en 2023 de forma sorpresiva, pues las fuerzas de seguridad pensaban que autoridades turcas le seguirían protegiendo hasta el fin de sus días, como ya había sucedido en el pasado. En España, Topal estuvo detrás de la gran sucesión de alijos de heroína intervenida durante varios años, y se enfrascó en una especie de guerra personal con el entonces juez estrella contra la droga en el país, Baltasar Garzón, que combinaba esta lucha con el descubrimiento de los grandes capos de la cocaína en Galicia.

Vinculado en varias ocasiones con distintas facciones del poder político de su país y acusado en su momento de sobornar a miembros de la propia fiscalía para evitar uno de los procesos contra su persona, sufragó los gastos para la construcción de varios centros escolares, institutos incluidos, así como un centro hospitalario, todo ello bajo el nombre de uno de sus hijos, Orfi Çetinkaya.

Urfi Cetinkaya estuvo policialmente vinculado al golpe de estado de 1980 en Turquía. Años después, en 1988, acabó postrado en una silla de ruedas tras un encuentro con las autoridades en su país. El negocio de la heroína fue su vida, y a partir de entonces comenzó sus periplos por distintos países, especialmente España, donde tejió una extensa red de colaboradores, algunos de ellos compatriotas suyos y otros españoles.

«Establecía relaciones con otros traficantes y, cuando tenía confianza, se cargaba la cabeza y se hacía con su organización. Tiene muchos muertos a sus espaldas. La primera vez que le capturamos fue en el 91, pero teníamos información sobre él desde los ochenta. Y desde entonces fue el gran jefe, siempre trabajando en la sombra, sin dar la cara». Enrique Juárez, exjefe de Heroína de la Brigada Central de Estupefacientes describe así en el libro ‘Traficantes de la muerte. De la heroína al fentanilo’, una de las obras oficiales de Narcodiario, los inicios criminales de Urfi Çetinkaya.

El capo, tras su último arresto / Policía de Turquía

En la década de los 80, la Brigada Central de Estupefacientes ya tenía constancia dela existencia de un ciudadano turco que se estaba desplazando de país en país para supervisar en persona su lucrativo negocio. Sin embargo, no fue hasta 1991 cuando los especialistas del complejo policial de Canillas consiguieron las pruebas necesarias para incriminarle. Juan Antonio Ojeda, miembro de aquella unidad, puso en su día en valor la importancia de la primera caída del Paralítico. «Puede decirse que la detención de Urfi Cetinkaya marcó un antes y un después, ya que fue la primera vez (y la última) que fue capturado en España. Así se supo quién estaba detrás de la importación a gran escala de una droga que estaba llevándose por delante a generaciones enteras en el país».

Tras su huida a finales de la década de los 90, el turco fue detenido en el año 2000 en un operativo combinado impulsado desde España. Sin embargo, apenas permaneció unos meses en prisión y volvió a salir. Quienes conocen bien su historia explican que tuvo capacidad para manejar los tiempos en su país y que llegó a sobornar a distintas autoridades para salir libre.

Una década más tarde volvería a ser detenido en Turquía, y excarcelado al poco tiempo tras alegar problemas de salud. En todo ese tiempo se le atribuye el liderazgo en el negocio, aunque ya a distancia, sin pisar el terreno como lo hacía en  inicios. Así los recuerda Juan Antonio Ojeda, que le investigó en 1991, en ‘Traficantes de la muerte. De la heroína al fentanilo. «Se alojó en el Novotel de Madrid, al lado de la mezquita. Allí recibía a diario a Ekrem Turmus (uno de sus socios por aquel entonces) y a otros tantos ciudadanos turcos.Todos los que acudían allí le rendían pleitesía, lo que llevó a la Policía a vislumbrar la magnitud del personaje que acababa de llegar a España. Era el controlador, el jefe de toda la organización».

Urfi Çetinkaya debía creerse intocable en su Turquía natal, donde mantuvo su residencia durante años a pesar de las órdenes de captura dictadas por Interpol. Para lavar su imagen y mantener contentos a ciertos sectores de la población, invirtió dinero en la construcción de media docena de colegios y hasta de un hospital, todo ello con el nombre de su hijo, obras que donó al Estado otomano. Siguió el estilo de ‘benefactor del pueblo’ que en su día hizo famoso a Pablo Escobar, capo de la cocaína, en Medellín.

Çetinkaya, tras ser detenido en 2023 / Policía de Turquía

El nombre de Urfi Çetinkaya siguió infundiendo un enorme respeto entre quienes se dedicaban al tráfico de heroína en Europa en años posteriores. Fue detenido por vez primera en la década de 1970, acusado de comercio ilegal. Era contrabandista de tabaco. Como muchos de los señores de la heroína de nacionalidad turca, procede del Kurdistán. Ha sido considerado, junto a sus compatriotas de la familia Baybasin, el traficante más activo en el sur del Viejo Continente en el último cuarto del siglo XX y los albores del XXI.

La primera investigación sobre él en España se cerró en 1991 con la interceptación de un alijo de 75 kilos en una furgoneta a las afueras de Madrid. Estaba encajado en el propio vehículo. Hubo que cortar la chapa para acceder a ella. En aquel momento, Topal ya se jactaba en conversaciones que fueron intervenidas por las autoridades de que tenía colocados 1.000 kilos de heroína en distintos países europeos. La Policía también supo que estaba intentando recuperar una cabeza que le había incautado la Policía alemana y en la que transportaba una cantidad muy importante. Sus tentáculos eran amplísimos y no dudaba en ajustarle las cuentas a quien le fallase. Ekrem Turmus, uno de sus primeros socios en España, acabó desmembrado en un estercolero en 1995. Según parece, las cuentas no cuadraban. Ocurrió justo cuando Çetinkaya dejó España para no regresar, al menos que se sepa.

A raíz de la primera operación se inició una especie de guerra entre la Policía Nacional y la organización de Urfi Çetinkaya, y la red del ahora detenido llegó a enviar cargamentos con mensajes destinados al juez Garzón, por entonces gran estrella en la lucha contra el narcotráfico y que había saltado a la fama con la operación Nécora. En una operación en la que se incautaron 120 kilos ocultos en otra roulotte venía una anotación que decía ‘Esto es lo mejor para la salud, Baltasar Garsón’. Le mandó esa misiva y una pistola.

Cetinkaya realizó el mismo recorrido que otros muchos capos de la droga para hacerse con una importante red de contactos en España. Cuando fue detenido tras el operativo de 1991 estableció contacto con otros criminales, grandes aliados del narcotraficante turco a lo largo de su trayectoria criminal. La cárcel fue, del mismo modo que sucedió con los capos de la cocaína, el lugar perfecto para captar nuevos socios. «Se lo pusimos ‘a huevo’ ingresándoles en las mismas prisiones», destacó en su momento un alto cargo policial.

La droga llegaba a la Península en autocaravanas, monovolúmenes, autobuses o ruedas de tractor. De aquella época se recordará una frase de Topal, tras verse descubierto. «Ahora voy a inundar España de heroína».

 

 

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