El crimen de Barbate, que se saldó con la muerte de dos guardias civiles y con lesiones graves para un tercero a manos de los narcos, es solo la punta del iceberg de un problema de fondo que lleva años latente en el Sur de España. Con el detonante de la muerte de un presunto contrabandista amigo suyo la semana anterior, en su caso tras ser arrollado por una patrullera del Instituto Armado, alias Kiko el Cabra encabezó una suerte de ‘vendetta’. Se aprovechó del ‘calor del público’, decenas de personas que le alentaban desde el muelle de la localidad gaditana, y la cobertura que le daban las seis narcolanchas que dominaban el enclave en la tarde del octavo día de febrero.
También de la temeraria decisión del mando que ordenó a seis agentes lanzarse al mar en una zodiac de apoyo, un juguete frente a las embarcaciones de los delincuentes. El resto de la historia es bien conocida. La conexión de todo lo que ocurre en el Campo de Gibraltar con otros escenarios calientes en la esfera del crimen organizado en España tiene muchos años de vigencia, en especial en lo que tiene que ver con Galicia. En primer lugar, los ‘lancheros’ de las Rías Baixas, conocidos mundialmente por su manejo de las embarcaciones de alta velocidad en condiciones marítimas innegociables para la mayoría, son los más cotizados en todas las latitudes. Tras muchos años de doctrina en la materia predicando con el ejemplo, ya son pocos los que están al volante de las ‘gomas’ en el Estrecho. Han enseñado bien a sus socios del Sur un trabajo que, por otra parte, es más sencillo: apenas 14 kilómetros separan Marruecos de Tarifa. Los gallegos se han ido desplazando hacia la costa occidental africana, en busca de negocios de mayor postín (y botín): la introducción de cocaína procedente de América Latina.
Además del maestrazgo en el pilotaje, las redes gallegas resultan imprescindibles para que sus iguales de Andalucía mantengan sus negocios: en la provincia de Pontevedra se dirige la fabricación de las narcolanchas a gran escala, y personas del Norte del Miño saltan la frontera para coordinar la fase final de su construcción hasta su botadura. Lo hacen en Portugal, esquivando así la prohibición de su construcción y de su mera tenencia que impera en España desde 2018. Las autoridades lo saben, les golpean, pero los 180.000 euros que cuesta cada embarcación hacen que el negocio siga muy vivo. El comisario jefe de Cádiz, Santos Bernal, señala que existen organizaciones gallegas «que han cambiado el tráfico de cocaína por el tráfico de hachís».
Cocaína por las rutas del hachís
Varias operaciones muy recientes en costas de Cádiz y Huelva han acreditado un secreto a voces en el Campo de Gibraltar: los traficantes de la región aspiran a crecer, y eso pasa por introducir alijos de cocaína. Por el momento, las organizaciones criminales les confían cantidades relativamente pequeñas, menos de media tonelada en cada partida. El modus operandi es sencillo: la droga se introduce en un mercante en América Latina, normalmente con uno o dos miembros de la red delictiva a bordo. En cuanto llegan al lugar acordado lanzan los fardos, bien atados y con GPS, por la borda, para su recogida por las narcolanchas que se hallan a la espera en el Estrecho. A veces, incluso los narcos saltan por la borda y son rescatados junto a la droga.
Para cantidades superiores, con alijos de tres, cuatro o cinco mil kilos, ya aparecen los gallegos, en operaciones que se realizan más al Sur, en costas africanas, como se ha visto en muchas ocasiones próximas en el tiempo, la última esta misma semana a 500 millas de las Islas Canarias.
Una de las voces más autorizadas para hablar de tráfico de drogas en el Sur de España es Paco Mena, presidente de la coordinadora ‘Alternativas’ del Campo de Gibraltar. «La relación entre el narcotráfico gallego y el narcotráfico en el Campo de Gibraltar ha existido toda la vida, desde los años 80. Hay que tener en cuenta que una parte muy importante de la flota pesquera del Campo de Gibraltar que faenaba en su momento en aguas marroquíes, de Mauritania o del Sahara, estaba integrada por personas de origen gallego, gente de la mar gallega».
Así resume el líder social gaditano el germen de los lazos entre criminales de puntos tan distantes de la Península en documental La Guerra del Hachís (Movistar Plus+, 2024). «Las primeras narcolanchas que llegan al Campo de Gibraltar son de Galicia y los primeros lancheros que llegan aquí en los 80 son gallegos», añade Mena en el audiovisual, producido por las firmas pontevedresas Imaco y Narcodiario. «El narcotráfico gallego y el narcotráfico del Campo de Gibraltar siempre han tenido, lógicamente, una vinculación muy estrecha. Los narcotraficantes gallegos enseñan a los lancheros del Campo de Gibraltar cómo manejar una narcolancha», concluye el portavoz de ‘Alternativas’.