En noviembre de 2019, las autoridades policiales españolas incautaban el primer narcosubmarino transoceánico de Europa. La noticia, que saltó en la mañana del domingo 24 a partir de la primicia de Víctor Méndez en Diario de Pontevedra, sorprendió a la opinión pública, pero no a los expertos en la materia. Antonio Martínez Duarte, jefe de la Udyco Central, llevaba años alertando de la constante llegada de estas embarcaciones al alcance de otras lanchas de menor tamaño cerca de las costas de Galicia. Testigos lo habían referido en varias ocasiones y barcos incautados con cocaína llegaron a España con tripulación extra. Procedentes de Colombia, habían hundido el semisumergible antes de ser rescatados por sus socios europeos. Esto ya ocurría en la década de los 2000.
El rastro de aquella embarcación, llamada ‘Che’ y expuesta ahora en la Escuela de la Policía Nacional en Ávila, en el centro de España, condujo hasta una organización colombiana que transportó más de tres toneladas de cocaína hasta Leticia, en la entrada del río Solimões. De allí, en lanchas rápidas, hizo llegar la mercancía a la zona de Santarém, más allá de Manaos, en plena Amazonia brasileña, donde se cargó en el narcosubmarino que acabaría encallando en costas de Pontevedra.
La información que consta en los #Narcofiles, procedente de la mayor investigación internacional sobre crimen organizado coordinada por el consorcio OCCRP (Organized Crime And Corruption Reporting Project) y el CLIP (Centro Latinoamericano de Investigaciones Periodísticas) de la que forman parte en España Narcodiario e infoLibre, desvela que ya a partir de aquel hallazgo, la Drug Enforcement Administration (DEA) y la Fiscalía General de la Nación de Colombia, a través de la Policía del país sudamericano, pusieron sus ojos en un gallego, de nombre Juan.
Todo ello está ampliamente reflejado en media docena de documentos en el marco de la filtración de los correos electrónicos de la Fiscalía General de Colombia que dio lugar a los #NarcoFiles, que, tras una larga investigación de los medios de comunicación más especializados de Sudamérica y Europa, salió a la luz el lunes pasado a nivel mundial. Sobre el desarrollo de esas pesquisas, OCCRP contactó con autoridades policiales colombianas sin obtener respuesta.
Mientras, la DEA prosiguió con un trabajo que cuenta con el respaldo de la Policía Nacional en España, cuyos especialistas antidroga tienen en el radar desde hace tiempo a la persona señalada en la documentación. Así, en 2021, el coordinador de la agencia antidroga en Cartagena de Indias insistió en la misma figura en un escrito dirigido al fiscal especial de crimen organizado de Colombia. «Le informamos de que hemos obtenido información sobre una organización en Colombia dedicada al tráfico de estupefacientes de Colombia a España. Esta estructura criminal utiliza barcos para transportar grandes cantidades de cocaína. Se sabía que miembros de esta organización están coordinando estas actividades a través del número del teléfono celular xxxx (usuario, Juan)». Solicitaba la DEA la interceptación de las comunicaciones de la misma persona que investigaban por ser el supuesto responsable del envío de semisumergibles con cocaína hacia Europa a través de Galicia.
Sobre la primera investigación, los #NarcoFiles desvelan un listado de bienes inmuebles repartidos por distintas localidades de Colombia, así como vehículos, todos ellos a nombre de personas vinculadas con el presunto capo. Sin embargo, pese a los intentos de OCCRP por conocer el desarrollo posterior de las pesquisas, no se obtuvieron respuestas.
Mientras, ya en 2023, un segundo narcosubmarino fue incautado en las Rías Baixas, en esta ocasión en la ría de Arousa (Pontevedra), a menos de 30 kilómetros del interceptado en 2019, si se pudiese trazar una línea recta en la costa. Más grande que el anterior, de unos 24 metros, descargó un alijo de al menos 4.000 kilos de cocaína sin ser descubierto. Sus responsables lo dejaron a la vista, para que fuese hallado por las autoridades. La historia continúa.
En la ría de Vigo, en una nave de Málaga, en Aldán y Vilaxoán
La relación entre los gallegos y los narcosubmarinos viene de lejos. El primer hallazgo conocido se produjo en 2007. En aquel caso, un grupo criminal adquirió unos planos en Colombia para fabricar en Pontevedra un sumergible, con capacidad, a diferencia de lo que ocurre con los artefactos que se incautan en la actualidad (que navegan entre dos aguas, con una pequeña parte siempre sobre la superficie) de permanecer bajo el agua. Sin embargo, su construcción resultó deficiente y sus responsables lo abandonaron en la ría de Vigo al poco de su botadura. Todos ellos fueron condenados y los restos del aparato aún descansan en los astilleros Rodman Polyships, en Moaña.
El siguiente hallazgo, doce años más tarde, fue el ‘Ché’, que sirvió de «bofetada de realidad» de lo que llevaba años ocurriendo, tal y como declaró el entonces fiscal Antidroga, ahora fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Pontevedra, Pablo Varela Castejón. La embarcación partió de Brasil, cruzó el Atlántico y fue interceptada en la playa de O Foxo, en Galicia. La Guardia Civil y la Policía Nacional detuvieron a sus tres tripulantes, todos ellos ya condenados por ello.
Un año y tres meses después, la Udyco Central incautó un nuevo semisumergible. En este caso estaba sin estrenar. Los agentes lo atribuyen a Gilberto M.B., otro narcotraficante con lazos históricos con los clanes gallegos.
El último hallazgo, esta misma primavera, fue el semisumergible que los propios narcos bautizaron como El Poseidón. A preguntas de OCCRP, investigadores españoles indican como «muy probable» la relación de alias Juan, el hombre que señalan la DEA y la Fiscalía de Colombia como el responsable de estos artefactos que recorren el Atlántico, con el transporte, pero ninguno ha logrado acreditarlo. Esos mismos especialistas señalan que al menos dos de estas embarcaciones llegan cada año al alcance de las lanchas rápidas de los narcos gallegos.