La vía de entrada de la pasta de coca era el puerto de Leixoes, en el extrarradio de Oporto. El método no podía ser más contundente: máquinas de minería, de las que se emplean para triturar piedra, de varias toneladas de peso y un volumen colosal. Dentro de uno de los rodamientos metálicos, de unos dos metros de largo y uno de ancho, se ocultaba la sustancia. El hallazgo de la misma por la Polícia Judiciária fue una de las claves para desmantelar el primer gran laboratorio de procesado de cocaína a partir de pasta de coca en Europa. Un mes y medio después del hallazgo, Narcodiario ha regresado al laboratorio y ha podido introducirse por vez primera en la nave de Mourente en la que se incautó el gran alijo de 1,3 toneladas.
Desde Dubái hasta Nueva York, de Bogotá a Belgrado, de París a Sicilia. En todos los rincones del planeta se estudia con sorpresa el hallazgo del Cuerpo Nacional de Policía en una vivienda de Cotobade y en una nave de alquiler de Mourente, en Pontevedra. Se habla del fenómeno de la ‘relocalización’ de los centros de producción de la cocaína, el negocio ilícito más lucrativo del mundo, en busca de aumentar exponencialmente unos beneficios ya de por sí descomunales. «Vemos que las organizaciones siguen intactas. Nuestra batalla es interminable. Pienso que estamos incautando una mínima parte de lo que entra». Emilio Rodríguez Ramos, inspector jefe de la Sección Greco Galicia de la Brigada Central de Estupefacientes de la Policía Nacional y responsable del hallazgo del primer gran laboratorio de elaboración de cocaína a partir de pasta base localizado en Europa, se muestra contundente en su valoración. «Ha sido toda una sorpresa, tanto para nosotros como para los propios narcotraficantes de las Rías Baixas».
Una televisión francesa ha desplazado un equipo esta semana a Pontevedra para realizar un reportaje sobre una infraestructura que también reclama la atención de la prensa en Estados Unidos, en Holanda y en toda América Latina. Es difícil pensar que los narcos de O Salnés no supiesen lo que estaba ocurriendo frente a sus narices, y menos tras conocerse la identidad de uno de los presuntos responsables del engranaje criminal: Hernando S.R., hermano de
alias Coletas, gran aliado de los capos de la ría de Arousa para la introducción de grandes partidas de cocaína por vía marítima en la primera década del siglo XXI. El gran éxito policial, obtenido de la colaboración entre la Polícia Judiciária de Portugal y la Policía Nacional, comenzó a fraguarse en el mes de noviembre. Fue entonces cuando los investigadores comenzaron a detectar la llegada de personas ajenas a Pontevedra a la estación de ferrocarril de Vialia.
Aterrizaron en Madrid de forma perfectamente legal y fueron alojadas en pisos de seguridad de la ciudad del Lérez a la espera de instrucciones. El primer paso fue la instalación del laboratorio, que se preparó en una vivienda muy alejada de los ojos y los oídos de curiosos, en medio de una zona boscosa, rodeada de árboles y con un único acceso por un ramal de una carretera poco transitada, la que une la carretera de Ourense con la de Campo Lameiro, a unos 15 kilómetros de Pontevedra.
Una vez que la infraestructura estaba preparada, era preciso dotarla del material necesario para producir los paquetes de cocaína con el logo de Superman que posteriormente serían intervenidos. Así, otros miembros de la organización hicieron llegar los productos químicos (decenas de toneladas) al lugar. La idea era operar a la mayor escala posible, con una capacidad para generar 200 kilos cada día. Para ello, en cuanto llegaron los ‘químicos’ a Pontevedra, el objetivo era empezar a trabajar cuanto antes. El último escollo que tuvieron que superar fue la extracción de la pasta base de la máquina en la que había sido exportada, una maniobra que retrasó durante algunos días más la puesta en marcha de la estructura narcocriminal. En esos momentos, la Policía esperaba encontrarse con un laboratorio de extracción de cocaína, no con un engranaje capaz de generar sus propios paquetes al mismo nivel que en la selva colombiana. Sin embargo, todo cambió al detectar que en el envío que entró en Europa por Portugal había 1,3 toneladas de pasta base, la materia prima clave para la elaboración del clorhidrato.
Algo nunca visto en Europa estaba en marcha, y era preciso abortarlo lo antes posible. Mientras, la organización criminal ya había encerrado, literalmente, a los trabajadores en el laboratorio, despojándoles de la documentación y hasta de los teléfonos. «Solo les dejaban salir a fumar por una pequeña ventana». La idea, procesar cocaína y generar beneficios multimillonarios en tiempo récord. No sabían que tenían a la Policía encima. Cuando lo supieron ya era tarde.