El fiscal Antidroga desconfía de guardias civiles de la UCO en España

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El fiscal tiene claro que el primer agente de la Unidad Central Operativa (UCO) que compareció ayer en el juicio por el alijo del New Polar en Pontevedra (España) no dijo toda la verdad. «Insto al tribunal a que ordene a este testigo y a su compañero que intervendrá después a que acudan a Pontevedra de forma presencial, dadas las circunstancias».

El narco-cocinero (Diario de Pontevedra)

Pablo Varela, delegado de la Fiscalía Antidroga en la provincia, desarrolló este miércoles en la Audiencia un interrogatorio agresivo, muy distinto al que suele llevar a cabo ante un testigo. Más bien parecía que estaba preguntándole a un acusado. Fruto del mismo llegaron las contradicciones por parte de su interlocutor, el responsable del equipo de la UCO que tenía contacto directo con el principal acusado en este asunto, el narco-cocinero Manuel M. El juez no tardó ni cinco segundos en ordenar al guardia que se presente ante él en Pontevedra, algo que ocurrirá este jueves a partir de las diez de la mañana. Responderá a todas las defensas de los investigados y, a continuación, llegará el momento más esperado del juicio: la intervención del segundo de los miembros de la UCO, el que tenía una mayor relación con el cocinero (era su fuente viva desde hacía muchos años), y sobre el que su entonces jefe descargó ayer toda la responsabilidad sobre las sombras, que son muchas, en relación con lo sucedido en mayo de 2019 con la llegada de 30 kilos de cocaína en el citado pesquero al puerto de Cangas (Galicia, España).

La sesión de ayer, la tercera del juicio en relación con el alijo que presuntamente introdujo en Pontevedra el jefe de cocina del New Polar aprovechando su condición de confidente de la UCO, comenzó con una muy breve declaración del último de los investigados que restaba por comparecer. Acusado de ser uno de los encargados de distribuir la mercancía una vez en tierra, solo contestó a su letrado y se desmarcó de cualquier actividad ilícita. Acto seguido, y por videoconferencia, apareció el primer agente de la UCO, Andrés, que explicó que se incorporó a la Unidad en febrero de 2019, poco antes de lo sucedido. «Acababa de llegar a la unidad, fue el compañero Ángel el que me dijo que había algo raro en las comunicaciones con este confidente». Desde el principio hasta el final, intentó situar el foco en Ángel, si bien reconoció que «estudié el caso vi que existían desde 2014 relaciones con este confidente (en alusión al cocinero del New Polar, principal investigado).

El primer golpe de efecto de su testimonio llegó cuando señaló que en el año 2013, en la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra se recibió en declaración a la esposa del narco-cocinero, que acudía para denunciarle por un presunto caso de violencia de género. Al mismo tiempo, la mujer informó a los agentes que su marido, que era marinero, «traía de vez en cuando paquetes de cocaína desde Uruguay». Incluso, según trascendió, la denunciante llevó algunas bolsas en las que habría transportado la droga. Exactamente el mismo modus operandi que se ha desvelado en el caso que se está juzgando, pero siete años antes. El ocultamiento de alijos de cocaína en pesqueros en medio de su carga lícita es muy conocido y practicado en Galicia, y este parece un caso de manual. Tan difícil de detectar como extendido, todo parece indicar que este individuo llevaba mucho tiempo practicándolo, y lo hacía al mismo tiempo que era confidente de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil.

El fiscal Antidroga (Diario de Pontevedra)

El testigo continuó explicando que su compañero Ángel y él se reunieron con el confidente que supuestamente jugaba a dos bandas tras la llegada del barco con la droga al puerto de Cangas. Manuel M. les habría confesado en una playa de Bueu que tenía los 30 kilos de cocaína en la gamuza seca del barco. «Nuestra unidad se apartó de la investigación siguiente para no contaminarse», expuso. Y fue el EDOA de Pontevedra el que halló el alijo días más tarde. «Manuel daba información referente a una organización de tráfico de drogas de Uruguay a España», dijo. «Marcaba varios pesqueros diciendo que los cocineros se dedicaban a transportar cocaína, pero no hubo ninguna incautación», añadió. Aludía el acusado a Carlos y a Rodolfo, dos de sus compañeros de banquillo.

La tensión en la Sección Segunda de la Audiencia se elevó al máximo a continuación, cuando el fiscal le preguntó sobre presuntos tratos de favor recibidos por el narco-cocinero una vez detenido. «Eso lo diría Ángel, yo no le conocía de nada», respondió. Pablo Varela, atento, echó mano de una grabación efectuada por la esposa del narco-cocinero en una conversación que tuvo lugar en una plaza de Bueu. En ella se escuchó perfectamente al guardia que estaba prestando declaración diciendo cosas que enojaron, y mucho, al Ministerio Público. «El fiscal sabe perfectamente que no va a haber juicio», «ya estuve hablando con el fiscal Antidroga». Ambas afirmaciones eran falsas, como reconoció el propio testigo. «Lo dije para tranquilizarla». Según trascendió durante estos tres primeros días de vista, los responsables de fuentes vivas de la UCO, que habían volado a Galicia desde Madrid tras contactar con su confidente, habrían ofrecido algún tipo de trato de favor al investigado a cambio de su colaboración.

Hasta ahí nada diferente de lo que realiza cualquier cuerpo policial con sus colaboradores. Otra cosa es que supieran que se dedicaba a introducir cocaína, algo de lo que no existe prueba por ahora. Tras este testimonio, que será complementado hoy, ya en persona, por el
de su compañero Ángel, queda claro que Manuel M.M. habría estado engañando a los miembros de la UCO, tesis principal de la Fiscalía Antidroga, para introducir cocaína aprovechando su condición de confidente. En tela de juicio está ahora la actuación de estos dos guardias tras la detención, porque lo que es cierto es que la mentira ante un juez no puede ser admisible. La historia continúa durante toda la semana.

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