Sin miedo a contestar a ninguna de las preguntas, pero ocultando algunos detalles que a buen seguro conocía. Así declaró este miércoles en la Audiencia de Pontevedra (España) Iago S., el mejor amigo de Agustín Á., piloto del narcosubmarino que llegó a Aldán (Galicia, España) con tres toneladas de cocaína el 24 de noviembre de 2019. También acusado, intentó explicar que acudió a Pontevedra en los días previos a la llegada del semisumergible “para ayudar a un amigo” y que se sacó de en medio, regresando a un residencia en Palma de Mallorca, cuando vio “algo turbio”.
La tercera sesión del juicio comenzó con el testimonio de las dos personas a las que los cuatro acusados que supuestamente quisieron ayudar a los tripulantes del semisumergible a última hora acudieron en busca de una mínima infraestructura. A uno le pidieron un camión, pick up o similar, y a otro un barco. Ninguna de las gestiones fructificó, como ellos mismos aseguraron. Tampoco les comentaron para qué precisaban esos medios. Lo explicaría más tarde Iago S.
Posteriormente intervino una de las empleadas de la tienda de Decathlon donde dos de los acusados compraron ropa técnica y barritas energéticas que después aparecerían en el coche de Rodrigo H. en Aldán, la noche de autos. Explicó que reconoció a un investigado, y al otro “a medias”.
A continuación compareció Carlos A., amigo de los acusados de Vigo-Pontevedra (cinco en total, incluyendo a Agustín Á.). En un testimonio verosímil indicó que vio el primer mensaje que recibió Iago S. desde el satelital que manejaba el patrón del bafiscafo. “Yago me envió una captura que ponía “Soy AGS, necesito ayuda”. Este testigo pensó que aquello podría ser una especie de timo, le extrañaba el número desde el que se remitía el mensaje, que además llegaba por SMS. “Al parecer tenían que auxiliar a Agustín, que estaría en peligro”. Admitió, además, que el narcotraficante confeso que llegó en el semisumergible le había contado que se iba de viaje, lo que le llevó a suspender su fiesta de cumpleaños. “Tanto sus padres como nosotros estábamos preocupados porque no sabíamos dónde estaba. Yo le mandé un wasap a los diez días de irse que nunca apareció con doble check”.
Acto seguido entró en escena Iago S., el mejor amigo de Agustín y el hombre que recibió el primer mensaje de auxilio el 19 de noviembre, tal y como él mismo reconoció. “Recibí tres mensajes seguidos de un número que desconozco lo que es, muy largo”, explicó. “Soy AGS, necesito ayuda”, decía. “Recibí varios mensajes más. Al principio pensamos que era un timo”. Iago, que siempre usó su teléfono personal (aunque existan dudas sobre su proceder en aquellos días, queda acreditado así que no formaba parte de ninguna gran organización criminal de narcotraficantes), desveló el segundo mensaje. “Necesito una furgoneta en Vigo”, le indicaba Agustín. “Le dije a Yago R. (otro de los acusados) que Agustín necesitaba ayuda. Somos sus mejores amigos y estábamos preocupados”. Así, llegó el siguiente mensaje desde el satelital del semisumergible a la línea personal de Yago S. “Necesito auxilio en la zona que yo veraneaba”, decía. Tras esto, los dos “Yagos”, uno residente en Palma y el otro en Lleida, deciden volar a Vigo, según reconoció el acusado.
En las siguientes preguntas, el fiscal le preguntó por sus movimientos en la zona de Aldán el día 21, algo que reconoció, al tiempo que negó haber encargado la descarga de la droga que le atribuyen. “El día 22 vimos que era algo raro, algo turbio, y decidimos irnos”, dijo. En ese impás, el siguiente mensaje de Agustín pedía “auxilio más allá de Cíes” y decía “que eran tres”. “Piden ropa y comida, me planteé ir al mar para ayudarle, pero cuando vi que no tenía medios desistí. Desconozco el mar. Solo quería ayudar a un amigo”, insistió. El último mensaje de Agustín, que dijo “necesito aguantar, corre en peligro mi vida”, puso en fuga a los amigos. Iago S. supo también que se trataba de una embarcación e intuyó que venía con droga, por lo que se percibió en la sala. Esto último no lo reconoció.